MEMENTO MORI MARIA
Actualizado: 9 ago
No fue la mejor idea subirme a ese barco. Tampoco fue la peor suerte estar agarrado a una tabla de madera con su nombre. Había viajado solo. Esos viajes que uno hace para conocerse mejor. Y había conocido a María, así se llamaba esa argentina que también viajaba sola. La había conocido en el puerto, comprando el pasaje que nos llevaría a esa isla de ensueño. Hablamos, después cenamos, pasamos la noche juntos. Nos reímos, cuando a la mañana siguiente vimos el nombre del barco: MEMENTO MORI MARIA. Ahora también me río. Me río por lo irónico de la vida. Lo cínico. Flotando en el atardecer con una calma impresionante. Cuando el cielo muestra sus colores más hermosos y el mar parece un charco, liso, tibio; me encuentro encima de un pedazo de madera donde apenas se lee... MARIA. Ese pedazo de madera es mi mundo. Todo mío, aunque me hubiese gustado compartirlo con ella. Recostados mirando al cielo, disfrutando estos instantes infinitos.
Recordando que todos vamos a morir.
Pero todavía, no. Cuando veo el cardumen a mi alrededor, reacciono.
Debo dejar de soñar... Ya.
Y atrapar algunos peces. Agua y comida. Eso es lo único que me tiene que importar.
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